Como se aprovecharon de mi.
Hola me llamo Verónica y soy amante del sexo y de la lujuria, Lo que les voy a contar me pasó en casa de mi amiga Mariela. Una tarde, había quedado con ella para entregarle unas prendas que me había prestado. Aunque sea para una visita rutinaria, me gusta vestirme elegante y sexy. De esta forma me duche, depilé y me vestí. Me puse un tanguita rosado y sujetador a juego con mis correspondientes prótesis de silicona. Unas medias con liguero negro, minifalda de lame negra y camiseta de lycra roja. Todo ello con unos buen tacones de 12 cm. Me coloque la peluca y me maquille. Realmente estaba guapísima.
Salí de casa y cogí un taxi hasta la casa de mi amiga. En el trayecto, el taxista no dejaba de verme por el espejo interior y yo no dejaba de abrir las piernas para que contemplara en todo su esplendor la lencería fina que me había puesto. Seguro que cuando esa noche volviera a casa no tardaría en tirarse a su mujercita.
Una vez llegue a al portal de la casa de mi amiga toque y subí. Me abrieron y cual no sería mi sorpresa cuando entro y comienzo a oír numerosos jadeos. Extrañada me acerco a su habitación y casi me caigo para atrás de la sorpresa. Mariela estaba sobre la cama empitonada por un macho alto de buena figura. Al lado otra amiga nuestra, Clara se la mamaba a un jovencito de buen porte. Y al otro lado de la habitación dos muchachos, uno negro y otro blanco, sentados en sus sillones se hacían tremenda paja. La escena me produjo una gran calentura, pero decidí irme pues tenía otras cosas que hacer. Demasiado tarde, dándose cuenta de mi presencia, los dos chicos me cortaron el paso. El blanco, que se llamaba Luis se acercó a mi y comenzó a magrearme las tetas, mientras el chico negro se rozaba su polla contra mi culo. Al darme cuenta de que no podía escapar decidí pasar a la acción para controlar a estos dos. Me arrodillé delante de Luis, le baje la bragueta, le saque la polla y se la mamé tan fondo que a los pocos minutos se estaba corriendo y llenándome la garganta de rica leche de macho.
El negro, por su parte, caliente como estaba no quería quedarse atrás. Mientras me decía – ven para acá zorrita que yo también quiero lo mío- me metía una barra dura de ébano que casi no me cabía en la boca. Como estaba caliente se corrió pronto con iguales resaltados sobre mi garganta. Yo creía que con esto me dejarían en paz, pero lo cierto es que no había más que empezado. Recuperado el cabronazo del blanco comenzó a desvestirme y me dejo en ropa interior. A continuación y con la polla más que dura me hizo ponerme a cuatro patas, retiró la tira del tanguita y me la metió sin contemplaciones. De nada sirvió que le suplicara que me sacara esa barra dura. Mientras más se lo decía más me la metía y terminó diciéndole a su amigo el negro – métele tu tranca en la boca esta putilla para que se calle de una vez – De esta forma me vi empalada por mis dos agujeros. Mi amiga Mariela vino en mi auxilio y para hacerme más grata la enculada se amodorró sobre mi pollita, se la metió en la boca y comenzó a hacerme una estupenda mamada. Poco a poco el dolor fue dejando paso a una gran placer y empece a sentirme como una puta bien necesitada.
A rato de correrse, le sustituyó el negro que me ensartó su tranca mientras decía – ahora vas a ver putilla blanca lo que es que te la meta un negro- Me estuvo cabalgando durante media hora, hasta que al final se corrió llenándome el culo de leche caliente mientras yo hacía lo mismo en la boca de Mariela.
Mi satisfacción por haber dejado secos a esos dos cabrones me duró poco puesto que los dos chicos que habían abusado de mis amigas se turnaron en mi culo hasta perder la última gota de leche. Esa noche mis dos amigas y yo descansamos a gusto después de haber sido folladas con auténticas hembritas.